Para finalizar la renovación del templo de San Francisco Javier se construyó, entre 1760 y 1762, una nueva fachada y torre. La portada fue realizada sobre la fachada original del siglo XVII por Ildefonso de Iniesta Bejarano y Durán –nieto de José Durán, el arquitecto que había edificado el templo en 1680. El estípite (pilastra en forma de pirámide trunca invertida) es el elemento arquitectónico que define a la portada que, a su vez, sirve de antesala al conjunto retablístico del interior.
Esta portada fue construida hacia 1680, en el nicho central se observa la imagen de san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, y en los medallones laterales debieron ubicarse los escudos de los benefactores, como el de la familia Medina Picazo.
La hospedería era el lugar destinado para recibir y alojar a los forasteros. Aunque está junto al colegio, la clausura obligaba a separar la zona de habitación de los jesuitas con esta sección de carácter público. El ingreso de huéspedes y carruajes se realizaba por el portón que daba acceso a un patio porticado con pintura mural que simulaba sillares de piedra. En el siglo XVIII la hospedería servía a los peregrinos que acudían a visitar el Camarín de la Virgen de Loreto.
El atrio es un espacio abierto y cercado por una barda con cipreses y olivos en su interior que daba acceso al Seminario de San Martín, a la iglesia de San Pedro y al Colegio de Tepotzotlán. El seminario fue la primera fundación que la Compañía de Jesús realizó en Tepotzotlán gracias al apoyo del entonces gobernador del pueblo, don Martín Maldonado. Aunque administrativamente dependía del colegio, la edificación se ubicaba en el extremo opuesto del atrio. La iglesia de San Pedro fue fundada originalmente por los franciscanos en el siglo XVI y reedificada posteriormente.
Este espacio de forma rectangular con “poyos” o bancos de piedra en su perímetro era la antigua portería del colegio. El hermano portero controlaba el acceso de externos a la clausura y la salida de los internos. La ventanilla de metal con el monograma IHS —conocida como mirilla— servía para que, sin abrir la puerta, el portero atendiera o despidiera a las visitas. La pintura que se localiza en uno de los muros representa una alegoría sobre la muerte del justo y una habitación anexa —donde actualmente se ubica la taquilla— era el aposento del hermano portero.
En el primer claustro del colegio se ubicaban las aulas de los juniores. Después de haber realizado el noviciado y tomar los primeros votos, el escolar que carecía de estudios humanísticos previos cursaba el juniorado o jovenado. En esta etapa de formación estudiaba retórica y poética (latín) con una duración variable de entre seis meses y dos años. El juniorado compartía el claustro bajo con la habitación del hermano portero, la botica y la enfermería. Algunos de sus espacios también debieron ocuparse para el aprendizaje de lenguas indígenas.
La botica era el espacio en el que se contenían los medicamentos, los preparados de farmacia y los instrumentos de laboratorio. Los temas de la pintura mural que se localiza en esta habitación –atribuida reciente a Cristóbal de Villalpando– están relacionados con la salud del cuerpo y del alma. San Sebastián era protector contra las heridas de la peste y los hermanos médicos, Cosme y Damián, son patronos de los médicos, cirujanos, boticario y barberos. San José recordaba a los fieles que lo más importante era morir en estado de gracia y, por lo tanto, sin temor; mientras que la Inmaculada Concepción representa la salud absoluta. En resumen, se trata de un programa para consolar a los enfermos y a los moribundos con la esperanza de la gloria eterna.
Las tres habitaciones contiguas a la botica correspondían a la enfermería, cuyas ventanas dan a un patio en el que se sembraban plantas medicinales. Es posible que en esta sección de la enfermería se hayan admitido externos al colegio. El enfermero era un hermano coadjutor, mientras que el médico podía ser un externo. El primero tenía la función de abastecer la botica, mantener limpia la enfermería, las camas bien compuestas y cumplir puntualmente con las indicaciones del médico.
En el patio del claustro hay dos aljibes o cisternas –depósitos subterráneos de agua– que inicialmente eran abastecidos con el líquido que llegaba de los manantiales. Cuando se construyó la planta alta del edificio se diseñó un sistema para el aprovechamiento del agua de lluvia. El agua era captada en las azoteas y conducida por un canal adosado al muro hasta un depósito ubicado en la esquina del patio, donde se filtraba y depositaba en los dos aljibes que permitían dosificar el preciado líquido para que no faltara en la época de sequía.
En los muros del claustro se localizaban 23 pinturas con la vida de san Ignacio de Loyola, actualmente se conservan 22. La serie fue realizada por Cristóbal de Villalpando en 1710 y tuvo como modelo una serie de 80 estampas dibujadas, en parte, por Peter Paul Rubens y grabadas por Jean-Baptiste Barbé. Cada pintura representa hasta tres escenas de la vida del santo que tiene como fin enseñar y edificar a aquellas personas que ingresaban a esta sección del edificio que no estaba sometida a la estricta clausura.
Como parte de las remodelaciones que se realizaron en el colegio a mediados del siglo XVIII, José Padilla pintó seis lienzos dedicados a la vida de san Estanislao de Kostka y uno a la Virgen de Guadalupe con santos jesuitas. Kostka era, al interior de la Compañía de Jesús, el santo de los novicios y junto con san Luis Gonzaga uno de los protectores más jóvenes de la orden.
El acceso a la clausura y a los aposentos de los padres y hermanos lo marca una portada de cantera policromada con los emblemas marianos del sol y la luna pintados en las esquinas y la inscripción HIC DOMVS DEI EST ET PORTA COELI (Ésta es la casa de Dios y la puerta del Cielo). En el remate se localiza el escudo de la Compañía de Jesús y los monogramas de María y José. La puerta que se observa del lado derecho permitía bajar al patio de cocinas.
Como su nombre lo indica esta capilla era de uso exclusivo para los novicios. Siguiendo las distribuciones del día aquí llevaban a cabo diversas prácticas espirituales, como oír misa, rezar y hacer examen de conciencia. Un cancel de madera con el monograma de la Compañía de Jesús y la inscripción DOMINE, DILEXI DECOREM DOMUS TUAE (Señor, he amado el esplendor de tu casa) da acceso al vestíbulo con una portada de cantera policromada que imita mármoles y jaspes.
Esta capilla se construyó en el primer tercio del siglo XVII y de este periodo data la decoración de la bóveda con los escudos de las primeras órdenes religiosas que evangelizaron en Nueva España: franciscanos, dominicos, agustinos, jesuitas, carmelitas y mercedarios. En el siglo XVIII se renovó el altar principal, los dos nichos dedicados originalmente a Nuestra Señora de la Luz y a san José, así como los dos altares laterales consagrados a la Virgen de Guadalupe y a san Miguel. En el presbiterio se localiza un nicho con la escultura orante de Pedro Ruiz de Ahumada, benefactor del noviciado, y una puerta que da acceso a la sacristía.
Esta escalera sube al claustro alto donde se localizaban los aposentos de los padres y los juniores. La puerta que se observa del lado derecho da acceso a la maquinaria del reloj mecánico que está conectada con unas campanas ubicadas en la azotea del claustro. El reloj era utilizado por la comunidad del colegio para distribuir las actividades del día. Siguiendo por el pasillo del lado izquierdo hay una escalera que conduce al patio de cocinas, el refectorio y la huerta.
Una portada en cantera tallada y policromada con los monogramas de la Compañía de Jesús, José y María marcaba el ingreso a la estricta clausura de los novicios. Esta puerta debió ser abierta únicamente para que los jóvenes acudieran a su capilla o en ocasiones especiales. La segunda probación o noviciado tenía una duración de dos años, tiempo durante el cual el joven se preparaba para la vida al interior de la Compañía. Al maestro de novicios correspondía la organización y el funcionamiento de esta etapa de formación.
Al ingresar al claustro se observa un espacio cerrado con ventanas que dan al patio y que permiten la entrada de luz natural. Aquí se ubicaban los dormitorios de los novicios, cada pieza era habitada por tres o cuatro jóvenes con su pequeña cama, una silla y una mesa. Las pinturas murales con imágenes de Nuestra Señora que se localizan en el interior de los aposentos pudieron haber sido utilizadas como altares. En los muros del claustro colgaban pinturas de distintos tamaños y temas. En esta sección del edificio también se encontraban los comunes, las tinas, la ropería y la biblioteca del noviciado. Una pequeña escalera conducía al refectorio, las aulas y la huerta que están en la planta baja.
La serie de la vida del Virgen estaba compuesta, originalmente, por 19 pinturas. Actualmente se conservan nueve y están firmadas por Juan Rodríguez Juárez, quien utilizó algunas de las estampas del libro Evangelicae historiae imagines para su composición. En el noviciado se instruía en la devoción a María como una figura maternal y modelo de todas las virtudes. Los jóvenes debían ofrecerle diversas oraciones y obras de acuerdo a las distribuciones que regían su vida diaria.
El Colegio de Tepotzotlán tenía dos bibliotecas, la común y la del noviciado; además, había libros en los aposentos de los padres. Es posible que en esta habitación se haya ubicado la biblioteca o librería de los novicios. El prefecto o encargado debía mantenerla limpia y arreglada, ordenar los libros por materia y en orden alfabético, dar acceso a los lectores, controlar el préstamo de los libros y cuidar que no hubieran obras ajenas a la doctrina; es decir, que los títulos y autores no estuvieran prohibidos.
En esta zona del claustro se localizaban los comunes o letrinas, las tinas y la ropería de los novicios. Los jóvenes debían levantarse al toque de campana, vestirse y lavarse. El aseo y la limpieza del cuerpo, así como de los vestidos eran inculcados desde el noviciado. El guardarropa era el hermano responsable de la ropería y a él correspondía guardar y cambiar la ropa, los vestidos y los zapatos cada temporada del año.
Las estancias que se ubican en la siguiente sección del claustro debieron ser utilizadas como aposentos de los hermanos coadjutores, oficinas y almacenes. Los coadjutores eran hermanos que se dedicaban a diversos oficios “bajos y humildes” –como porteros, cocineros, despenseros, enfermeros, procuradores, administradores de haciendas, etcétera– y estaban a cargo del buen funcionamiento y mantenimiento del inmueble.